miedo

Quiero explicar qué hay detrás del miedo. Solo cuando tenemos claro a qué nos enfrentamos y cómo hacerlo, nuestro cuerpo y nuestra mente están preparados para superarse. Vamos a adentrarnos en esta emoción que todos compartimos, pero vivimos de diferentes maneras.

La vivencia cotidiana del miedo

El miedo es una emoción muy primaria. Sin embargo, la intensidad con la que cada uno la vivimos depende de múltiples factores. No todos nos sentimos igual ante una amenaza externa, depende de nuestra vivencia y de nuestra personalidad y recursos.

Ciertamente, el miedo se produce cuando consideramos que el mundo exterior nos amenaza, cuando nos vemos en peligro física o emocionalmente. En general, los miedos que nos paralizan son emocionales o psicológicos.

Detrás de ellos siempre hay un problema de autoaceptación. Tememos ver lo que somos, las enormes cualidades que tenemos y los sueños que podemos alcanzar. Y, por supuesto, nuestras carencias y limitaciones. A menudo las odiamos, pero no son nuestra esencia. Somos mucho más que cualquiera de esas características negativas.

Vivir con miedo

El miedo es la emoción más básica de la supervivencia, luego no siempre es malo, porque puede ayudarnos a sobrevivir. Sin embargo, también nos paraliza ante lo desconocido o sospechoso. Con él percibimos, pensamos, sentimos y actuamos de forma débil, oscura, limitada y empequeñecida. Peor que el miedo externo es el interno, el psicológico, porque procede de nosotros mismos. Es una forma de continuo autoengaño que hemos creado para sobrellevar las situaciones dolorosas de nuestra vida.

miedo

¡No debemos dejarnos someter por el miedo interior! Seremos sus esclavos si lo permitimos. Al contrario, hemos de ser capaces de mirarlo directamente a los ojos, de afrontarlo y aprovecharlo para superarnos, no para limitarnos.

¿Cuál es la terapia? Mirar al miedo y enfrentamos a él, así lo debilitamos y le quitamos el control que tiene sobre nosotros. Es más, termina ayudándonos a conocernos, escucharnos y ser capaces de sobreponernos.

De qué se alimentan nuestros miedos

Nosotros mismos los engordamos al creer que no hay más posibilidad que el fracaso, el dolor o el rechazo. Nuestra mente, inconscientemente, nos aleja de la solución. Esta parálisis ante el miedo procede con frecuencia de la baja autoestima, del aislamiento, del dolor autogenerado y de las heridas acumuladas, sin sanar, durante la vida.

Para afrontar los miedos tres son los caminos habituales: enfrentarnos a él de forma agresiva, escapar para evitar el conflicto y disimular o adaptarse a una circunstancias alternativas a ese asunto temido.

Sin embargo, esta tres reacciones nos limitan. Existe otra opción muchísimo más positiva, que es la que presento a continuación.

Desde un enfoque amoroso

Ubicarnos y enraizarnos en un entorno amoroso, empezando por nuestro interior, nos permite ver más alternativas, encontrar una visión global y descubrir nuevos recursos propios para afrontar los hechos. Gracias a ello, tomamos conciencia y nos equilibramos, por lo que vivimos de manera más libre y consciente.

miedo

En vez de centrarnos en los miedos, recomiendo enfocarnos a los retos que hay tras ellos. Así podremos alcanzar ese gran tesoro interior que todos tenemos dentro. Un grupo y un facilitador, que siempre están ahí para acompañarnos y abrazarnos cuando lo precisamos, conforman el contexto perfecto para crecer interiormente y avanzar en la dirección correcta.

Cómo combatir el miedo

El miedo es una emoción ingobernable. Surge, pero en cada individuo evoluciona y es vivido en función de cómo se ha hecho durante toda la vida. El sumatorio de decisiones, elecciones, expresiones, reacciones, silencios, aceptaciones y rechazos que hemos acumulado lo condiciona enormemente.

No debemos temer al miedo, sino dejarnos acompañar por él y aprovecharlo para mejorar como individuos. Hemos de ser conscientes de cómo nos relacionamos con él. Qué hacemos, decimos, expresamos y observamos en su presencia. Animo a liberarnos, a abandonar la esclavitud del miedo. Cuando sufrimos, es porque no somos libres.

Solo una transformación personal, impulsada con el respaldo de las personas indicadas y en un contexto de amor, nos permitirá acoger el miedo con afecto, cariño y positividad.

En realidad, la mayoría de los miedos son compartidos por todas las personas. En mayor o menor medida, la raza humana en general los padece. Como individuos, somos capaces de enfrentarnos a ese miedo creándole fronteras e impidiendo que cuente con una banda ancha para extenderse y afectarnos.

Principal frontera personal ante el miedo

Entre las actuaciones que debemos incorporar a nuestra vida para frenar el avance de esta emoción, la más importante es erradicar el miedo a vivir. Es fundamental vivir la existencia con la máxima atención, con pasión y entrega en cada paso que damos. Ganar autoconfianza es el camino inaplazable para convertir los obstáculos en retos que estimulan. Gracias a ellos, crecemos personalmente y nos hacemos mejores.

El sistema familiar en el que nacemos nos condiciona e influye, lo mismo que esos genes individuales que nos hacen únicos, imprescindibles y valiosos. Las vivencias personales que hemos experimentado durante la infancia y la adolescencia han quedado bañadas de inseguridad, desconocimiento, vergüenza, titubeos y otros aspectos negativos que han dejado poso en nuestra conciencia.

miedo

Con el paso de la vida, esas experiencias y huellas pueden hacernos creer que no la hemos aprovechado. Ahí se apoya el miedo para debilitarnos. Pero solo necesitamos el amor, nuestro y de los demás, para erigirnos en auténticos protagonistas de nuestra liberación.

Porque vivir con miedo nos impide disfrutar del momento y ser nosotros mismos.

La realidad es única y debemos aceptarla: los retos nos forjan, nos hacer ser cómo somos. Los miedos que vencemos nos hacen ser mejores. Nadie avanza sin dudar, tropezar ni trastabillarse. Cuando caminamos con decisión, asumimos que nos exponemos y decidimos enfrentarnos a lo que nos llegue.

Es decir, vamos a vivir nuestra existencia plenamente. Caminar con decisión es amar el propio camino, la meta real de nuestra vida. Porque la felicidad es el camino, no la meta. Y los obstáculos y los miedos forman parte del mismo.

En conclusión, hemos de apostar por vivir desde el amor, no desde el miedo. Para ello, lo miraremos a la cara y nos libraremos de sus cadenas.

Ese miedo nos habla sobre cómo somos y, por tanto, nos permite mejorar y nos eleva. Porque el cuerpo de doctrina clave no es vivir sin miedo, sino impedir que este nos bloquee el viaje a nuestros sueños y proyectos.

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *